Me sorprendí cuando mi esposo le dijo a mi hija que a partir de ese momento sería ella la que pediría su orden la próxima vez que visitáramos un restaurante. Mi esposo y yo tenemos bien claro no expresar nuestro desacuerdo delante de los niños cuando estamos imponiendo una nueva regla, pero en este caso no me pude aguantar. Nunca lo había pensado pero mi esposo y yo no estábamos de acuerdo en cuanto a dejar que nuestros hijos pidan su propia comida en un restaurante.
No me gusta ver a un niño pedirle al mesero lo que quiere comer. Me parece una falta de respeto y me siento incómoda cuando el mesero, a quien le pueden o no gustar los niños, tenga que esperar a que mis hijos piensen y decidan lo que van a pedir.
Mi esposo, en cambio, piensa que es una buena forma de enseñarles a los niños a ser decididos y responsables de sí mismos además de ser un ejemplo de buena educación. Mi esposo recuerda cuán natural era para él servirle a los niños cuando trabajaba en un kiosco en la playa durante sus años deen secundaria. Desde los nueve años le hacía los mandados a su abuela y recuerda cuán valiosas y educativas fueron esas experiencias. Valora la idea de estas interacciones en las que “el pueblo” nos enseña las lecciones. Con todo y eso no pudimos ponernos de acuerdo.
En mi centro, le ofrecemos a los padres la oportunidad de recibir consejos y formar parte de una comunidad virtual llamada Online Parenting Support . Pensé que deberíamos proponer al grupo este tema que nos fatigó a los dos. Me alegré de poder compartirlo ya que no fue hasta este momento en que me di cuenta del dilema que tenía con el tema de “mesero/niños/ orden.”
Después de leer los comentarios de los padres, me di cuenta de que yo estaba pensando sólo en la experiencia del mesero sin tomar en consideración las lecciones que podían aprender mis hijos. Es un final maravilloso porque cuando somos padres, a menudo tenemos que lidiar con nuestras respuestas, nuestros sentimientos y las expectativas de los otros adultos que nos rodean, además de reflexionar en cómo puede afectar a nuestros hijos la manera en que los tratamos. Muchas veces tratamos a nuestros hijos muy diferentemente cuando estamos con los suegros, con nuestra madre o con otros padres en el parque. Mi visión estrecha al sólo fijarme en la experiencia del mesero es un ejemplo perfecto de cómo yo cambié mi reacción con el fin de beneficiar al adulto. Esto no quiere decir que no haya momentos propicios para tener esa reacción pero es importante estar consciente de por qué lo hacemos.
A continuación ofrezco algunos consejos y explicaciones sugeridas por los miembros del grupo virtual.
Cómo ayudar a nuestros hijos:
Asegúrese de darle suficiente tiempo al niño para decidir lo que quiere.
Ayúdelos, si fuera necesario, a pedir con cortesía.
Deles la opción de ordenar o no. No los obligue a hacerlo, especialmente a los menores de seis años (yo estoy de acuerdo con esto 100%).
Éstas son algunas razones por las que es importante retar a los niños a que pidan su comida.
Les ayuda a aprender a hablar por sí mismos. Esto se puede transferir a su relación con los maestros, los amigos, etc.
Les permite practicar hablar con el adulto respetuosamente y mirar al adulto a los ojos.
Les permite participar y sentir una actividad social propia de los adultos.
Reta a los niños tímidos a hablar en una situación en la que se sienten protegidos.
Les da un sentido de autonomía.
Le ofrece al niño la oportunidad de expresar sus necesidades y sentir su valor propio.
Consejos e ideas fabulosas que podría utilizar la próxima vez que esté en tu restaurante favorito.