A Veces Quisiera No Ser Madre

  El viento sopla mi sombrero contra mi cara mientras escucho a mis hijos riéndose con su papá. Es un día maravilloso en Miami Beach y tengo ganas de llorar. Mi mente está inundada de pensamientos negativos; que no soy una buena madre porque no estoy jugando con mis hijos en el agua y que los recuerdos que mis hijos tendrán de estos momentos felices siempre me incluirán a mi mirándolos seriamente desde el margen. Siempre es doloroso estar en un lugar alegre cuando estamos llenos de remordimiento y arrepentimiento. Estoy segura que este sentimiento es universal para la mayoría de los padres.

  El arrepentimiento y el remordimiento suelen ir acompañados de responsabilidad y esa responsabilidad es precisamente la que nos dicta cómo necesitan ser, cómo “deberían” ser las cosas. En el momento en que me encontraba en la playa, la responsabilidad y la cabeza llena de información sobre los resultados de las investigaciones con respecto al desarrollo infantil me empujaban a incorporarme y a “divertirme” con mi familia. Por un lado, el arrepentimiento me decía “no deberías haber venido con ellos si no estás a gusto en la playa”. Por otro lado, el remordimiento me hacía cuestionarme“¿por qué había decidido tener hijos?”.

  Este último pensamiento tan oscuro, es el resultado de la responsabilidad que siento como madre. Cuando sentimos que la responsabilidad nos abruma, muchas veces optamos por evitarla. Mi rechazo ante la responsabilidad se manifiesta cuando pienso que hubiera sido mejor no haber escogido ser madre. Otras vías para escapar la responsabilidad pueden ser: el trabajo, el teléfono, la comida, el alcohol y las drogas. Entonces, ¿qué podemos hacer?, ¿cómo podemos defendernos, meditar, rebobinar y aceptar la responsabilidad que abarca el ser padre? He aquí algunas sugerencias que podrían ayudarnos en situaciones como éstas.

 

1-     No hagas nada. Cuando te encuentres en medio de estos pensamientos negativos, siéntate y reflexiona ante ellos. Imagínate que tu mente es el cielo y que tus pensamientos son las nubes. Mira, escucha y mantén la calma mientras esos pensamientos discurran por tu mente. En momentos de gran negatividad tendemos a ordenarles a nuestros hijos que limpien su cuarto o que se callen. Discutimos con nuestros esposos por la manera en que hablan o cómo mastican. En estos momentos de pensamientos oscuros, siéntate y no hagas nada.

 

2-     Analiza tus expectativas en ese momento. ¿Son realistas?, ¿se adaptan a tu realidad, a quien tú eres? No me gusta la playa. Odio la arena. Debo ser generosa conmigo misma y aceptar que el hecho de haber ido a la playa con mi familia es en sí un sacrificio y que he convertido a mi familia en una prioridad.

 

3-     Pide ayuda. Puedes pedir ayuda sin hablar. Dale un abrazo a un miembro de tu familia. Dale un beso a tu esposo en vez de disgustarte con él. Tómate una foto y anota que te siente atrevida y espera a que tus amigos expresen cuanto te quieren cuando comenten o les guste la foto. Llama o mándale un mensaje a alguien que te comprenda y cuéntale lo que tus pensamientos te están haciendo sentir.

 

4-     Acuérdate que esto también pasará. La yuxtaposición de sentimientos contrarios entre sí es común entre los padres. Sentimos la felicidad y el dolor, la emoción y el miedo, los éxitos y las derrotas y algunas veces tenemos que esperar a que estos momentos pasen.

   Por último, sé bondadoso contigo mismo. Para un ser humano, es dificilísimo sentir la tensión que provoca la responsabilidad de mantener a otro ser humano vivo y salvo y a la misma vez, hacer que nuestros propios deseos y esperanzas se cumplan.